Etp.1  |  Etp.2  |  Etp.3  |  Etp.4  |  Etp.5  |  Etp.6  |  Etp.7  |
Otra etapa intensa recorriendo el norte portugués y el sur de Galicia. Superaremos el techo de la ruta, el alto de Portela Grande, la subida más dificultosa de todo el viaje en la que habrá que aplicar "empujing" del bueno. Dejamos Portugal terminando de atravesar la provincia del Minho y, tras cruzar el mítico puente fronterizo que separa las ciudades de Valença do Minho (Portugal) y Tuí (España), nos adentramos en la Provincia de Pontevedra. Para salvar las rías bajas la etapa se dirige a Redondela, bordea la ría de Vigo, vadea el río Verdugo y a continuación cruza la lengua de tierra que separa ambas rías para alcanzar la ciudad de Pontevedra.
Etapa 6: PONTE DE LIMA - PONTEVEDRA

A continuación dejamos la carretera que traíamos y tomamos otra pista pavimentada. Pasaremos las aldeas de Balada, Labruja y Bandeira donde los peregrinos ciclistas tienen la última posibilidad de continuar por el Camino señalizado u optar por continuar por la carreterita Em-522, siguiendo la alternativa para bici que alcanza el Alto esquivando los tramos imposibles de ciclar. Nuestra intención era seguir el Camino original, además la visión de los colegas que iban delante arrastrando de las alforjas nos animaba a seguir detrás de ellos, "mal de muchos, consuelo de tontos ".
En la subida coincidimos, además de los bikers con alforjas que iban delante, con dos peregrinos de mochila y uno de ellos que tenía una pierna raramente curvada caminaba como un tiro. La subida tiene varios tramos diferenciados, alternándose tramos ciclables, donde adelantábamos a los caminantes, con otros de "empujing" en los que el caminante nos dejaba atrás. Pasamos por delante de un grupo de piedras al pie de una cruz que a modo de milladorio han ido dejando los peregrinos. Salimos del bosque para cruzar una pista y finalmente por un sendero pedregoso coronamos el Alto, la cima del Camino Portugués.
El esfuerzo se ve recompensado por el entorno y el paisaje que se divisa desde el collado. También porque ya se barrunta la cercanía del valle del Miño, la entrada a Galicia. La primera parte de la bajada también hay que hacerla a pie por un sendero pedregoso. Después el camino mejora y nos vamos internando en el valle del Coura por caminos entre muretes de piedra de parcelaciones agrícolas, alternando el firme de tierra con el asfalto y el adoquinado.

Atravesamos las aldeas de Cabanas y S. Roque, después pasamos por S. Pedro de Rubiaes donde existe un moderno albergue. Transitamos unos metros por la N-201 y la abandonamos por la izquierda por un camino que baja hacia el río y que es un trozo de la antigua calzada romana que nos lleva al puente de piedra de Rubiáes, de origen romano y ampliación medieval con un gran arco central y dos menores a los lados que salva el río Coura. A continuación tomamos una pista que asciende con suavidad remontando la cabecera del Coura y que nos lleva a la aldea de Pecene, donde nos paramos para refrescarnos y repostar agua en su lavadero público. A continuación el camino se empina un poco para salvar el collado que separa la cuencas del Coura y del Minho pasando por el Santuario de S. Bento da Porta Aberta, un edificio del siglo XVII al que suben los lugareños cada 11 de julio en una de las romerías más multitudinarias de la comarca del Minho.

En principio decidimos continuar la etapa por la carretera y por ella iniciamos la bajada, pero en poco más de 1 km Martín y Jorge se separan para retomar el trazado original del Camino, el resto del grupo sigue bajando por la carretera hacia el valle del Minho que ya se muestra en el horizonte. Atravesamos las localidades de Gontomil, Fontoura y Paços por caminos y carreteras locales y al final desembocamos en la carretera En-13 donde nos reagrupamos de nuevo antes de entrar en Valença do Minho, se nos acaba Portugal. Entramos en la Escuela de Empresariales para llevarnos el último sello de credencial portugués y seguimos en dirección a la antigua ciudadela amurallada y al encuentro del río Miño (Minho).
cualquier esquina del perímetro. Un foso de 30 pasos rodea la fortaleza. La puerta comunica con la praca da República, el principal espacio urbano de la ciudad vieja. Los dos Antonios se adelantan al grupo y suben a la ciudadela, el resto va detrás y pensando que habían seguido adelante deciden no subir a la ciudadela. Cruzamos el puente de hierro fronterizo entre ambos países y nos adentramos en Tuí, la primera ciudad española de la ruta. En Tui nos juntamos con Manolo que ya se ha vestido de ciclista para continuar la etapa, pero los Antonios no aparecen. Al final descubrimos que estaban en la ciudadela de Valença do Minho y quedamos con ellos en la catedral de Tuí donde nos reagruparemos todos para ir a comer antes de continuar la etapa.
A Martín y Jorge se les pegan las sábanas y hubo que despertarlos para que desayunaran a la carrera. De nuevo Manolo comienza conduciendo la furgo pues quiere esquivar la subida a Portela Grande.
En la primera parte de la etapa se remonta el río Labruja, un afluente del Lima, para salvar la divisoria de aguas y entrar en un nuevo valle, el del Coura.
Salimos de Ponte de Lima cruzando el precioso puente romano-medieval, el escuadrón de romanos "metálicos" y su capitán a caballo en la otra orilla, siguen impertérritos custodiando tan importante vado. Al final de puente sobrepasamos la iglesia de S. Antonio y continuamos hasta el siguiente desvío a la derecha. Poco después cogemos por la izquierda un bonito sendero que transita entre la vegetación y la tapia de una quinta. Continuamos remontando el río por una bonita pista entre bosque de ribera. Cruzamos la autopista A-27 por debajo y seguimos hasta Arcozelo siguiendo el curso del Labruja. Cruzamos el pueblo y seguimos por tramos de camino adoquinado entre vides y maizales. Pasamos bajo otro gran viaducto de la autopista A-3 salvando el río por una rudimentaria pasarela metálica.
El camino se va empinando por un encantador tramo de bosque, con el río despeñándose en pequeñas cascadas a nuestra derecha, donde nos adelantan un grupo de bikers con alforjas. Hacemos una parada de reagrupamiento en una aldea donde hay una pequeña ermita con un cruzeiro en la puerta y un bar al lado en el que coincidimos con el grupo de alforjeros.
Etp.1  |  Etp.2  |  Etp.3  |  Etp.4  |  Etp.5  |  Etp.6  |  Etp.7  |
Valenca do Minho es la ciudad amurallada más interesante del norte portugués, una reliquia de las fortificaciones militares del siglo XVII que conserva intacta la ciudad antigua intramuros y todas las murallas de la ciudadela. La fundación de la ciudad se debe posiblemente a un mandato del pretor romano Decio Bruto el Galaico, que alojó aquí a los soldados eméritos (licenciados) de varias legiones que habían luchado contra los lusitanos. Los reyes portugueses D. Sancho I y D. Alfonso II las repoblaron y amurallaron; en aquellos tiempos se la conocía como Contrasta, villa fronteriza opuesta a otra, en este caso la española Tuí. La soberbia estructura defensiva de la ciudadela está formada por dos polígonos irregulares de muros en múltiples ángulos, lo que permitía tener bajo tiro
Tui, vigilante en estas tierras fértiles del Miño y enfrentada siempre a su vecina portuguesa, fue una ciudad amurallada y de intensa vida fronteriza. De aquellos tiempos azarosos era su doble recinto de murallas, una medieval, de la que se conserva la porta da Pía, y otra del siglo XVII, de la que apenas quedan algunos lienzos visibles desde el paseo fluvial del Miño. Ha sido sede episcopal desde el siglo V, por lo que su monumento señero es la catedral, un templo con apariencia de fortaleza cuya construcción empezó en 1120 durante el reinado de Alfonso IX. Pese a las ampliaciones y reformas posteriores, el primer templo tudense mantiene su impronta románica tanto en el exterior como en el interior.

Seguimos la etapa, Manolo se incorpora al grupo de pedaleo, Juan Pablo se va con la furgo hasta Redondela para visitar a su hermana y lo acompaña A. López que continuará con la furgo hasta Pontevedra. El grupo de pedaleantes continua la etapa que transcurre remontando la ribera del río Louro. Alternando caminos y carreteras locales y esquivando la autovía y la autopista del Atlántico, nos dirigimos al siguiente punto singular de la etapa, el Ponte das Febres, un sencillo vado medieval de un solo ojo, protegido ahora por una plataforma de madera. El entorno del puente ofrece una buena sombra y la oportunidad de un refrescante descanso. Tras el arroyo viene un sendero arbolado que nos lleva a las primeras casas de Magdalena. Después cruzamos el río Louro y nos adentramos en el Polígono Industrial de As Gándaras antes de llegar a O Porriño.

Atrevesamos O Porriño y poco después se inicia un ascenso que nos conduce hacia el Alto de Enxertade, pasando antes por la localidad de Mos. Desde la cima, donde se disfruta de hermosas vistas, comienza un empinado y ágil descenso hacia Redondela, localidad que se sitúa en el fondo del valle y al alcance de la vista. A Redondela se la conoce también como la ciudad de los viaductos, por los puentes de hierro para el ferrocarril que la sobrevuelan. Desde Redondela, el Camino bordea la ría viguesa y se dirige hacia Arcade, una localidad grande, famosa por sus ostras y por sus cebollas. A la salida de Arcade nos encontramos con el puente Sampaio por el que cruzamos el río Verdugo.
Alcanzamos la localidad de Pontesampio y desde aquí nos quedan unos 15 km que cruzan el brazo de terreno que nos separan de la siguiente ría, la de Pontevedra, que es el objetivo de nuestro final de etapa.
Por una empinada y estrecha calle empedrada se abandona el núcleo urbano. Muy pronto se llega a la iglesia de Santa María de Pontesampaio, tras la cual se cruza la carretera del cementerio introduciéndonos en zona montañosa de boscosa vegetación. Por antiguos caminos empedrados alternando con pistas forestales, cercanos al trazado de la vía férrea y de la N-550, primero en ascenso y posteriormente en descenso, se atraviesa el mencionado brazo de tierra que nos lleva a Pontevedra, hija de la planificación romana del territorio y del Camino de Santiago. Los ingenieros imperiales que diseñaron el trazado de la principal vía de comunicación entre los tres centros urbanos de carácter administrativo de la remota Gallaecia (Braga, Lugo y Astorga). previeron a orillas del río Lérez una mansio a la que llamaron Turoqua. Poco después se construyó también un primer puente de piedra sobre el cauce del Lérez, el Pontus Veten, del que sabemos por crónicas del siglo XII que en esa época aún existía pero en total ruina. En 1988 se encontró en la cabecera del puente un miliario dedicado al emperador Adriano y fechado en el 138 que confirmaría el paso de la calzada por este lugar. Cuando el rey Fernando II otorgó fueros a la ciudad en 1169, dio órdenes también para que se iniciara la construcción de un nuevo vado, base del que hoy vemos.
Los rastros de la ciudad y del puente romanos desaparecieron, pero su nombre, Pontevedra, y su impronta permanecen aún hoy en el casco antiguo de la ciudad gallega, un entramado de deliciosas calles talladas en granito a las que el verdín de la lluvia cubre con una pátina de añoranza. Pontevedra lleva siglos viendo pasar peregrinos en dirección a Compostela. Todos pararon a rendir homenaje a la Peregrina, la Virgen más jacobea, patrona de la provincia y del Camino Portugués, cuya iglesia barroca con planta en forma de vieira preside la plaza del mismo nombre y la Porta do Camino, antiguo portón de la ciudad amurallada por el que entraban los romeros procedentes de Redondela.

Nos hospedamos en el Hotel Ruas 986946411, situado en el centro histórico, buena relación calidad - precio y excelente trato, recomendable. El hotel también es resturante con mesas en la terraza de la plaza donde nos dimos nuestro homenaje pontevedrés. Era viernes y las calles, bares y terrazas estaban a tope, un extraordinario ambiente. Durante la cena hubo que sortear quién conduciría la furgo el día siguiente en la última etapa hasta Santiago, no había voluntarios y quedaban tres que todavía no habían conducido: Blas, Martín y Jorge, al final el sorteo "eligió" a Martín. Después de la cena realizamos visita turística nocturna por el centro de la ciudad, unos gin-tonic en amena tertulia con los camareros y dueño del hotel - restaurante y a la cama dando por finalizada otra extraordinaria etapa.